Desarrollo sostenible
El Informe Brundtland “Nuestro Futuro Común”, que data de 1987, es el mayor referente a nivel mundial sobre desarrollo sostenible. Ese trabajo fue elaborado por la Comisión Mundial sobre el medio Ambiente y el Desarrollo de las Naciones Unidas y presidida en ese momento por la tres veces primera Ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtlan.
En el documento se citó como una conclusión: que para satisfacer «las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias» la protección del medio ambiente y el crecimiento económico habrían de abordarse como una sola cuestión.
El texto, además, desarrolló una serie de especificaciones[i] para el desarrollo sostenible, a saber:
- Un sistema político que asegure una participación ciudadana efectiva en la toma de decisiones.
- Un sistema económico que sea capaz de generar excedentes y conocimiento técnico sostenido y confiable.
- Un sistema social que provea soluciones a las tensiones originadas en un desarrollo inarmónico.
- Un sistema de producción que respete la obligación de preservar la base ecológica para el desarrollo.
- Un sistema tecnológico que pueda buscar continuamente nuevas soluciones.
- Un sistema internacional que fomente patrones sustentables de comercio y finanzas.
- Un sistema administrativo que sea flexible y tenga la capacidad de corregirse a sí mismo.
La economista Angie Fernandez Lorenzo, de la Universidad de Pinar del Río describe desarrollo sostenible como el proceso en que las políticas económica, tecnológica, fiscal, comercial, energética, agrícola, industrial y de otros órdenes, se formulan para lograr un desarrollo sustentable, desde el punto de vista económico, social y ambiental.
Algo queda claro, entonces: que desarrollo sostenible consiste en hallar el equilibrio entre el desarrollo económico, social y ecológico. Busca el bienestar del ser humano y de todas las especies habitantes de la tierra con una visión de largo plazo.
Implicaciones del desarrollo sostenible
La preocupación del hombre durante los últimos años se ha centrado en la generación de riqueza, la satisfacción absoluta de sus inmediatos deseos y la desvinculación con las catastróficas repercusiones sociales y ambientales de esos actos.
Los desequilibrios son evidentes: corrupción social, desintegración familiar, ausencia de valores, escándalos políticos e índices de pobreza que parecen no verse afectados por el desarrollo industrial.
Por otro lado: el deshielo de nuestros glaciares, la contaminación de nuestras fuentes de agua, la extinción de especies animales y vegetales, la deforestación y el irrespeto a toda clase de vida silvestre.
Aun frente a todas estas evidencias, el ser humano sigue creyendo que vive en los mejores años de su desarrollo porque ve aumentados sus capitales y disfruta la inmediatez de la vida.
En este sentido, el efecto más significativo de esta nueva tendencia es el despertar de la conciencia humana, entendido como la preocupación real por la forma en que el hombre está alcanzando su desarrollo económico.
Desarrollo sostenible siembra en la mente humana la pregunta: ¿estoy alcanzando mi desarrollo personal en equilibrio con el ambiente y la sociedad?
Innovación como herramienta para el desarrollo
Innovación es un concepto muy mal empleado en la actualidad, pero dichosamente aun conserva su inmenso valor. La constante “prostitución” de este concepto asimilándolo con “creatividad”, “ingenio” y otros conceptos aun más light, dichosamente no le ha privado de su poder transformador.
Innovación es el proceso a través del cual se obtiene valor económico o social- a través de la creación, difusión y transformación del conocimiento- para producir nuevos o significativamente mejorados productos o procesos que son usados por la sociedad”[ii].
La esencia de la innovación orbita en dos palabras puntuales de la definición anterior: valor y uso. La creación de valor es una condición sine qua non de la innovación. Asimismo, una invención se convierte en una innovación cuando halla un uso en la sociedad; no antes.
Durante las últimas décadas, la innovación ha comprobado ser una herramienta poderosa para aumentar la competitividad de los países.
Sociedades con una cultura de innovación fuertemente arraigada genera jóvenes innovadores. Estos crecen y forman empresas fieles a sus principios. Estas empresas usan el conocimiento para desarrollar nuevos productos o servicios que les permiten posicionarse en los mercados internacionales, aportando “un granito de arena” para la competitividad nacional. No obstante, la innovación es también un camino posible para el desarrollo sostenible.
Según la comunidad científica, en los próximos años se producirá un aumento sustancial de la población mundial, de modo que en 20 años podrían alcanzarse los 8.000 millones de personas, y en 2050 los 11.000 millones. Esto tendrá importantes consecuencias desde el punto de vista medioambiental y social[iii]:
Necesidades inminentes como el aumento de los residuos generados a nivel industrial y doméstico, el importante incremento de la demanda energética, la sobrepoblación de las grandes capitales mundiales, la contaminación y la implacable pobreza, demandarán mucho más que buenas ideas para hallar soluciones; demandará innovación.
Dichosamente el escenario es esperanzador y el ingenio humano es estimulado con gran rapidez al entrar en contacto con la necesidad.
Nunca antes el ser humano había estado en la capacidad de convertir conocimiento en acción con tanta facilidad. El acelerado desarrollo científico y tecnológico ponen hoy al servicio de nuestros y nuestras profesionales amplias posibilidades para combatir los flagelos de nuestra sociedad.
Basta entonces con que nuestro país atienda al llamado: el llamado a la innovación.
[ii] Tomado de: http://www.conferenceboard.ca/