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¿Cómo innovamos en Costa Rica?

El concepto “innovación” no es nuevo para el empresario nacional, sin embargo, se ha tornado más popular en los últimos años.

Como consecuencia directa de su popularización, algunos grupos lo usan sin distinción de otros conceptos relacionados pero no sinónimos. Un ejemplo es el concepto de creatividad.

Creatividad es producto del intelecto humano y se expresa a través de nuevas ideas o alternativas de solución para un problema. Un problema, bajo este concepto, no representa una situación negativa sino cualquier circunstancia que requiere una solución.

Innovación, por su parte, es producto de la gestión empresarial y se expresa usualmente como un nuevo producto, servicio o modelo de negocio. Un modelo de negocio es la forma como una empresa crea, transmite y captura valor.

Sawney, Wolcott y Aroniz (2006) dieron origen al concepto “innovación empresarial” para referirse a la creación sustancial de nuevo valor para los clientes y para la empresa a través de la transformación creativa de una o más dimensiones del sistema de negocio.

Para afirmar que “algo” es una innovación empresarial debemos hacernos dos preguntas: 1-  ¿se genera nuevo valor para los clientes? y 2-  ¿se generan utilidades para la empresa? Si ambas respuestas son afirmativas, entonces lo es.

Este concepto, ahora mundialmente aceptado, es el que debería de prevalecer en el sector empresarial costarricense. Bajo esta óptica, la creación de cosas nuevas no es algo necesario ni tampoco suficiente. Los clientes son quienes deciden el valor de una innovación a través de su compra. Sin importar cuan innovadora la empresa se considere, lo que realmente importa es si los clientes están dispuestos a pagar por el valor creado.

El año pasado (2012), el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones publicó los Indicadores Nacionales de Ciencia y Tecnología 2010. Entre los resultados exhibidos están los de la Encuesta de Innovación que realiza el Centro Internacional de Políticas Económicas para el Desarrollo Sostenible (CINPE). De este ejercicio de investigación derivamos información muy valiosa sobre el estado de la PYME en el tema de innovación.

En primer lugar, la encuesta indicó que más de un 90% de las PYMES costarricenses dicen ser innovadoras, es decir, afirman haber desarrollado algún tipo de actividad de innovación.

No obstante, cuando miramos con más detalle nos damos cuenta que las actividades más comunes fueron la capacitación (60%) y la compra de bienes de capital (59%). Actividades mucho más sustantivas como la investigación y el desarrollo interno o las actividades de ingeniería y diseño industrial alcanzaron porcentajes del 48% y 29.3%, respectivamente.

Como segundo resultado, descubrimos que la mayoría de la innovación realizada se queda en el mercado nacional. Del 70% de empresas que aseguró haber realizado alguna innovación de producto, el 55% afirmó que este se quedaba en el país, mientras que solo el 19.7% salía a mercados internacionales. De esta información podemos inferir, entonces, que solo ese 19.7% fue realmente una innovación a nivel internacional y por ende encontró mercado en el exterior. El porcentaje restante era una innovación solo a nivel local.

El tercer resultado se relaciona con las fuentes de información que los empresarios utilizan para diseñar sus innovaciones. Un 72.2% aseguró encontrar en Internet la referencia para innovar. La buena práctica internacional de usar bases de datos de patentes, revistas científicas y sitios oficiales de publicaciones es aun tímida en nuestro país con solo un 25.9% de empresas realizándolo. La vinculación con el sector académico también se muestra débil, al hallar que solo el 18.8% de las empresarios dicen haber tomado a universidades o centros de desarrollo tecnológico como fuente de información para innovar.

El último punto que deseamos rescatar de la encuesta es el uso de la propiedad intelectual como herramienta para proteger la innovación empresarial. Solo un 11% de empresas a nivel nacional aseguran haber obtenido una patente dentro o fuera de nuestro país.  Y los que lo han hecho deciden proteger su innovación prácticamente solo en el mercado nacional (69%) y Centroamericano (16.7%).

De estos resultados podemos destilar algunas recomendaciones para ese grupo del sector empresarial que está interesado en apostarle a la innovación como herramienta de competitividad.

En primer lugar, es necesario comprender que la innovación no se sostiene de ocurrencias. Innovar no es producto del azar o el destino, es el resultado planificado de un esfuerzo sistémico y armónico de toda la organización. Para hacer de la innovación una verdadera herramienta de competitividad, esta debe gestionarse desde la persona hasta el mercado. Contrario a la opinión popular, la programática es una disciplina indispensable para garantizar resultados a través del proceso creativo.

Como segunda recomendación, los empresarios deben separarse del concepto tradicional, limitado y ya superado de innovación. Hasta hace unos años, innovación se concebía únicamente como el resultado de la investigación y el desarrollo. Creíamos que para innovar era necesario invertir muchos años en investigación básica, luego aplicada y por último combinar ese conocimiento con la tecnología correcta. Aunque este camino sigue siendo una posibilidad, no es el único. Como mencionamos al inicio, innovación se trata de generar valor y eso se puede hacer de formas creativas y hasta científicamente irreverentes. Sawney, Wolcott y Aroniz (2006) proponen 12 diferentes maneras de hacer innovación empresarial.

La tercera recomendación se fundamenta en dos conceptos que rondan el “mundillo” de los innovadores más academicistas: technology push y market pull. Su significado puede aleccionar mucho al sector empresarial. Entendemos el primero como el proceso en el cual las universidades, como centros de generación del saber, transmiten al sector empresarial su conocimiento y tecnología para desarrollar nuevos productos o servicios que el mercado valore. El segundo, market pull, muestra la relación inversa donde las empresas, después de haber encontrado una necesidad en el mercado, acuden a las universidades para que estas desarrollen el conocimiento y la tecnología necesarias para materializar esa solución. Nuestros empresarios deben volver su mirada al sector académico para encontrar en ellos un aliado para innovar.

Para desarrollar la cuarta recomendación nos referimos a un adagio popular que reza: “si hacemos siempre lo mismo… ¿cómo podemos esperar resultados distintos?” Aplicando la lógica popular a la mecánica empresarial costarricense podríamos generar un nuevo proverbio: “si no invertimos en innovación… ¿cómo podemos esperar resultados innovadores?”. Nuestros empresarios invierten lo mínimo en innovación. Muchos aun lo ven como un gasto y no como una inversión. La idea de capacitar a personal dentro de la empresa es vista como un lujo que no se pueden dar y la posibilidad de crear una unidad especializada en el tema ni siquiera es considerada en los planes a largo plazo. Como afirmábamos en secciones anteriores, la innovación debe ser administrada y para esto debe garantizarse un ambiente propicio en donde: la estrategia, los procesos, los valores, los recursos y la organización como un todo abracen este nuevo estilo empresarial.

La última recomendación se fundamenta en otra porción de sabiduría popular. Estamos acostumbrados a escucharlo de nuestros jefes y colegas de trabajo y dice así “no solo hay que poner el huevo, hay que cacarearlo”. El reconocido experto en innovación empresarial Vijay Govindarajan  describe innovación como “la comercialización de la creatividad”. Uniendo el conocido refrán y el concepto experto de Govindarajan obtenemos la siguiente recomendación: si ya hemos desarrollado una innovación (el huevo) aseguremos su valor a través de alguna herramienta de protección de la propiedad intelectual (cacarearlo). Nuestros empresarios necesitan entender que proteger sus innovaciones no es un gasto superfluo sino una barrera de entrada al negocio que están construyendo. Debemos familiarizarnos con estos procesos e incorporarlos en nuestra gestión empresarial.

En resumen, el escenario actual de la PYME costarricense es esperanzador. Un gran interés se ha despertado por el tema de la innovación recientemente y parece estar echando raíces profundas. No obstante es imperativo afinar nuestras estrategias para sacar el mejor provecho de este concepto, no como una moda pasajera, sino como una herramienta para el desarrollo.

 
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Publicado por en 7 marzo, 2013 en Uncategorized

 

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